Por/Luis Marte
Monción y Polanco que acudieron a denunciar el intento de agresión por parte del dirigente de la VED fueron dejados detenidos hasta las seis de la tarde.
Intentaremos mantener informados a todos los seibanos y seibanas que residen en otros pueblos del país o en otras ciudades del mundo. Rogamos a nuestr@s lectores que nos envíen sus opiniones al correo: luismarte78@hotmail.com. Haremos un esfuerzo porque se enteren de algunas de las cosas que ocurren en nuestro entrañable Seibo.
Por/Luis Marte
Publicado por Luis Marte en 7:33:00 a. m.
Todos los haitianos, sin ninguna excepción-y me refiero también aquellos- que practican su religión original, tienen los mismos derechos que tiene cualquier ser humano sobre este planeta.
Han sido estigmatizados como seres inferiores -particularmente quisiera ver el día que Haití se levante de sus cenizas y se erija en un pueblo educado, capaz de superar y de organizar su vida, de labrar su futuro-,sobre todo por su condición de pobreza. Estoy seguro que con todo y su negritud, de no estar en la miseria, el tan pregonado rechazo al menos quedaría en las interioridades de los hipócritas.
No hay que rebuscar las razones, desde el momento que la valoración humana fue trocada por el dios dinero y cuando el rechazo tocó las puertas de otros seres humanos, ya había abierto la de los africanos, por su color.
Desde esta cosmovisión por razones de color, quiero descender con mi comentario a nuestro país, que es en realidad la razón de este escrito.
He tenido la oportunidad de estar en distintos escenarios donde el tema haitiano ha encendido los debates. Muchos dominicanos están sinceramente solidarizados con la problemática de las condiciones inhumanas de los nacionales haitianos tanto en Haití como en nuestro país, pero también están preocupados por la presencia masiva en este territorio.
La presencia haitiana es mas fuerte que lo que pueda cualquiera imaginarse y el negocio aún mayor.
Hace algún tiempo, en mis labores de investigación para fines de publicación en mis afanes periodísticos, recibí la queja de un nacional haitiano al que le exigían mil 600 pesos (aquí se incluía la renovación del carnet y el pago de un examen del SIDA), me dirigí al lugar donde consideré que encontraría aquel haitiano (un barrio de El Seibo). En una casa que parecía tener solo una habitación, me tropecé con la sorpresa de que se extendía hacía atrás en el callejón y que allí, la señora le alquilaba al menos a 10 haitianos, incluyendo una embaraza y otra recién parida. No salí del asombro en muchas horas, porque jamás imaginé que en un pequeño rincón se albergaban tantos nacionales haitianos. He ahí tres negocios: El cobro señalado, el pago del alquiler y la fuerza laboral barata que brindan estos a muchísimos patrones.
Tomándole el pulso a la presencia haitiana he observado por aquellos transitados caminos de la zona rural, a decenas de ellos. Conozco al menos dos comunidades que hace apenas 12 años estaban habitadas por familias dominicanas que emigraron en mas de un 95% a Romana e Higuey y ahora han sido prácticamente sustituidas por haitianos.
En ocasión de una visita a Pueblo Bávaro en la provincia La Altagracia, tuve también la oportunidad de observar que mas del 90 % de las personas que construyen aquel pueblo compuesto de casas y edificios de gran valor, son haitianos. Incluso no hace muchos meses murieron varios haitianos en esa zona luego que tras realizar trabajos en la construcción, los contratistas los chantajearon amenazándoles con repatrialos si cobraban, lo que causó su irritación y agredieron a un vigilante que también murió.
En Santo Domingo, aquellos a quienes veíamos en labores de construcción, hoy cuidan, limpian los edificios, tienen freiduras y fruterías en las calles.
Ellos necesitan empleos, sus empleadores necesitan mano de obra barata. Nosotros estamos ansiosos por sacarnos el loto. Su emergencia es sobrevivir. Y su necesidad, conjugada con el tiempo, la irresponsabilidad política e internacional, da una suma peligrosa para nosotros.
Por todo lo dicho hasta ahora, se entenderá que llegará el momento en que le vea tanta razón, tanto corazón, tanta condición de víctimas, de personas necesitadas, de hombres trabajadores a nuestros vecinos, que reconoceré que deben estar todos aquí. En modo alguno. Pienso que muchos haitianos no tienen mucho que perder. Nosotros sí tenemos mucho que perder, nuestra estabilidad es frágil, nuestras condiciones económicas y laborales desalentadoras. Nuestro afán de lucro por medio del iluso loto y no por medio del trabajo tesonero y disciplinado, también ha dado paso a eso.
Pero no se interprete que estoy achacando la responsabilidad a los que estamos en esas indeseables posiciones. No todos aquellos escenarios donde se debate el tema son concurridos por los mismos dominicanos, son de distintos niveles sociales y tenemos distintos intereses invertidos en el caso haitiano. La mayoría de los que queremos abordar con sinceridad este tema porque el interés que tenemos es que nos duele el país, estamos en silencio, porque la tribuna ha quedado en manos de aquellos que han visto una oportunidad de explotación a cambio de dinero o posiciones políticas.
En esa mezcolanza engañosa se ha fundido la verdad con la falsa con respecto a lo que el dominicano desea con el haitiano. Se ha endilgado desde el mas ridículo y absurdo, hasta el mas interesado motivo a nuestras opiniones sobre la explosiva situación.
Incluso muchos dominicanos unos desde la sombra, otros desde su mas elevada ignorancia e inexistente tacto, critican con sutileza la preocupación de muchos.
Ojalá Haití tuviera estabilidad y bonanza. Ojalá todos aquellos saqueadores y sembradores de miseria no hubiesen dejado en la desnudez a tantos seres humanos, pero nosotros no tenemos en las manos mas que buenos deseos. Muchos, si tuviésemos soluciones tangibles, de seguro- y no solo para sacarlos de aquí-, sino por razones humanitarias, le hubiésemos tendido la mano, aún cuando lejos de ser culpables históricos de su tragedia, también hemos sido compañeros de desgracia, pero con un poco mas de suerte si así prefiere usted llamarle.
Haití es un estado insostenible, porque ningún país sin recursos naturales ha podido sostenerse, a menos que esos recursos sean sustituidos por otras riquezas, al menos por técnica, tecnología e ingenio, que no es el caso.
Y los que no estamos explotando a los haitianos-muchos de los cuales no son ni siquiera netamente dominicanos y en el peor de los casos cuando el barco comience a hundirse tienen su viaje preparado, porque disponen de los medios para escapar-,pensamos todos los días, en que cada día es una plazo que se vence para poner carácter de seriedad a nuestra incómoda posición.
No se puede tener una posición unitaria con respeto al tema haitiano; aquí influyen distintos motivos que van desde la edad, la posición económica, los beneficios que se estén recibiendo, el amor por su país, su nacionalidad, la falta de información o la indiferencia. Eso es tolerable.
Lo inaceptable es que los conocedores de las condiciones actuales de Haití, con una tendencia al agravamiento sobre todo por el indetenible crecimiento poblacional, habiendo contraído un compromiso con todos nosotros los dominicanos de convertirse en guardianes de los mejores intereses de la nación, estén en algunos casos mirando con indiferencia la situación y en otros amasando fortuna.
Muchísimos dominicanos estamos apenados con la situación allá y preocupados por los Haitianos, pero es una tontería decir que no debemos pensar primero en nosotros y en los nuestros y es por eso, que nuestro deseo es que cada quien esté en su país y que ahí se les brinden las oportunidades.
Nosotros somos dominicanos y este es nuestro territorio. Ninguna nación, sin importar su creencia de que la posición económica que ostenta le da derecho a criticar nuestras decisiones, puede seguir trazando pautas sobre la forma en la que debemos tratar el tema, aunque eso sea lo real y lo que comento sea lo ideal. Al menos yo como dominicano, quiero mantener punto de vista coherente sobre el particular y eso no me lo puede arrebatar nadie ni con las acciones que se realizan.
Ningún grado de solidaridad, ni de humanidad, trasciende las fronteras de nuestro interés particular de preservar nuestra condición.
Nosotros somos dominicanos y eternamente debemos seguir respetando que los demás sean Haitianos, franceses, estadounidenses o ingleses defiendan con derecho su condición, pero ya basta de querer desmoralizarnos y neutralizarnos, solo porque algunos malos dominicanos han moldeado el debate a sus intereses, mancillando la memoria de nuestros héroes independentistas.
Hasta luego...
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